Una ciudad
son sus gentes
las piedras y las ruinas
sobre las que ha crecido su alma
las aguas que le sirven de límite y espejo
los pasos errantes de quienes la visitan
o buscan auxilio entre sus muros
pero también las sendas verdes y embarradas
que moran en sus flancos
y los días soleados que inventan
lances en sus calles y recodos
eventos aparentemente simples
que sin embargo vibran alto
a pesar de ser sílabas menores
del flujo ininterrumpido de la historia
mas insisten en ser y persistir
como tu risa bajo los álamos
y nuestros besos sobre puentes antiguos
mientras las corrientes rompen
contra rocas sin orden
como tu pelo cuando amanece
sobre mi hombro
y conjuramos la soledad
entre la piel y la saliva
inmersos en la luz más íntima
y más viva
de esta ciudad solar.
Mario Espinoza Pino
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