Todos los géneros son buenos, excepto el género aburrido
Voltaire
La moción de censura de VOX no ha estado ni de lejos a la altura de los «esperpentos» de Valle-Inclán, obras satíricas en las que la realidad y los arquetipos heroicos clásicos se deformaban en los espejos cóncavos del callejón del Gato. Aquí el pretendido heroísmo hispánico estaba acartonado desde el principio, no olía bien (pese a los trajes caros) y además tenía caspa -mucha-. No le hacía falta ningún espejo deformante, era fiel reflejo de lo que hay en un sector trasnochado de la sociedad que trata de atar el presente a lo más triste, gris y bárbaro de la historia española. Más allá de las arengas carpetovetónicas de Abascal y del tedio provocado por la resurrección de Tamames, lo cierto es que se sacan algunas conclusiones de todo este paripé parlamentario.
La moción no ha llegado a parodia ni a sátira, en todo caso ha sido un pastiche posmoderno. Como decía Fredric Jameson, «el pastiche es, como la parodia, la implantación de una mueca determinada, un discurso que habla una lengua muerta: pero se trata de la repetición neutral de esa mímica, carente de los motivos de fondo de la parodia, desligada del impulso satírico, desprovista de hilaridad». Dicho de otro modo: sin gracia ninguna y sin imaginación. Por eso no llega a esperpento. El ritual de la moción de censura, repetido por VOX en esta legislatura, no podía sino generar tedio y aburrimiento -segundas partes nunca fueron buenas-. El único golpe de efecto posible era el regreso de Tamames, y ni eso. Todo ha acabado en un bluff.
Lo de Tamames es interesante sobre todo por una razón. Es una de las figuras que forman parte de la mitología de la transición. Todo el pastiche de la moción ha servido, al menos, para mostrar lo mal que ha envejecido todo aquello y la catadura de algunos de los personajes de la época -una sarta de oportunistas donde los haya-. Que la ultraderecha invoque el mito de la transición dice mucho del tipo de contubernio de los pactos de la Moncloa y a quienes favoreció principalmente. De modo que la moción no ha sido más que una resurrección zombie del régimen del 78 y de los fantasmas -muy españoles- de la ultraderecha. Los han paseado todos y por todos lados: el separatismo, la España de orden (y muerte), la homofobia, el machismo, la memoria, el racismo, las nostalgias imperiales y una adoración indisimulada y lamebotas por el neoliberalismo más antidemocrático.
Realmente, algunas de las chorradas que ha dicho Tamames impostando erudición («¿Por qué en España existen 3 millones y medio de parados y todos los hispanoamericanos que vienen encuentran trabajo al día siguiente? Y todos los que vienen de Marruecos encuentran trabajo al día siguiente») se dicen con olor a coñac y eructando, o con el palillo en la barra del bar. Vamos, que el nivel estaba por los suelos desde el principio. Por mucha veintipicoava edición de la «Estructura económica de España» que valga. Así las cosas, parece que este acto de campaña de la ultraderecha va a quedar en lucimiento del gobierno -se lo han puesto fácil- y en una pérdida de tiempo en general.
Por otro lado, está por ver la supuesta inteligencia de VOX al captar a un ex comunista y mostrarlo como converso para indicar al público por donde caminan los tiempos. A mi juicio el tiro no les ha salido demasiado bien. Estas pantomimas y este teatro van a reforzar principalmente al PSOE y luego a las izquierdas institucionales -mal no les va a hacer, eso desde luego-. Sánchez, Díaz, Rufían y Aizpurúa han cubierto bien el expediente. En cualquier caso, VOX juega a querer ser un partido anti-Sánchez y le vale todo, cualquier persona (imaginariamente) agraviada por las políticas «progres» puede estar en su campo. Todo lo que no son ellos es la antiespaña. Pero la cosa todavía no les sale con un Partido Popular mirando hacia otro lado y mejor posicionado. Aunque bastante camino han recorrido ya con su mejunje posfascista y con estar siempre a la ofensiva -no deberían ganar ni un escaño más-.
Realmente, la moción de censura y todo lo que ha puesto de relieve no pertenece al género del esperpento, sino que ha sido una muestra grotesca y bastante fiel -aunque teatralizada- del mundo en que vivimos. Ha sido más una pintura negra de Goya o uno de sus Caprichos que otra cosa. Es difícil no sentir envidia hoy por el nivel de organización, compromiso y lucha de las compañeras y compañeros franceses: allí las plazas y las barricadas arden para frenar los desmanes de Macron con la reforma de la jubilación, aquí televisión y representación barroca mientras esperamos votar lo menos malo. Hace falta mucho más que una izquierda que cubra regular tirando a mal el expediente para afrontar la situación de precarización, inflación, leyes mordaza, cambio climático, racismo, violencia en las fronteras, machismo y lgtbifobia que estamos atravesando. Y mucho me temo que las apuestas valientes y con coraje político no vendrán del baile de notables que hoy están peleándose por las futuras listas electorales.
Mario Espinoza Pino
Reblogueó esto en Reflexiones & Sedicionesy comentado:
Que Tamames ahora venda el texto de su moción por algo menos de 5€ redunda en señalar que su moción pastiche sólo ha sido un mal paripé y pésimo circo. Poco más.
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