Reposaba en tu vientre
la palabra sin nombre
bordeando la cintura y subiendo
por el torso
hasta la boca

pude tocarla

era palpitación oscura
y simiente luminosa
naciendo del barro
la sangre y la carne
que te hacen

era devoración

y al tiempo aliento
que bebe de lo angosto
y camina hacia lo pleno
buscando su morada
en otro cuerpo –el mío–.

Así nació el verbo
como saliva que cae
sobre la sed
y arde en la espalda
de la mañana.

Mario Espinoza Pino

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