El pasado viernes, 23 de junio, presentamos «Cautivos» (Lastura Ediciones, 2023) en la librería cómplice y amiga La Pantera Rossa de Zaragoza. Antes de nada, me gustaría dar las gracias a María Arobes por ejercer de «maestra de ceremonias» y propiciar una conversación tan fértil y profunda a todos los niveles. Cuando uno escribe nunca sabe cómo serán recibidos los versos, inquietudes, imágenes y metáforas que moviliza su escritura: se trazan huellas sobre un papel de las cuales alguien debe descifrar su sentido, ya sea inventándolo, recuperándolo o simplemente completando lo que allí se dice a partir de una mirada y experiencia particulares. En este caso, lo que emergió en el diálogo fueron los términos «físico», «material», «encuentro», «respiración», «amor», «justicia», «común» y otros tantos que navegaron entre las palabras que María y yo pudimos compartir. María habló de la importancia del encuentro en la poesía de «Cautivos», de lo físico y material de su palabra, como a la búsqueda del otro y de las otras -algo que también destaca Helios F. Garcés en su prólogo-. Una palabra que, según ella, se dejaba leer en voz alta -cosa que hizo no sólo con algunos de mis versos, sino también con los de José Ángel Valente, y solo puedo decir que fue un verdadero honor convocarlo a la cita-.

Es difícil resumir todo lo que allí se dijo, pero estoy seguro de que las palabras no hubiesen tenido la misma hechura y sentido sin la proyección de las ilustraciones de María Maquieira -que nos acompañaron de principio a fin-. Como reseñó María Arobes, parte de la fuerza física que ella veía en la obra tenía mucho que ver con el poder transfigurador de los trazos de Maquieira -y tiene toda la razón-. De todas las palabras que gastamos aquella noche, me gustaría recobrar las que Arobes pronunció acerca de la lectura poética y la respiración. Leer en voz alta un poema es como aproximarse a la respiración del otro, al pulmón de su poesía, a los tiempos que median entre las palabras, las inspiraciones, expiraciones, ritmos y cadencias más íntimas de quien ha tejido esos versos. Así que leer a otra persona, presentar ante los demás su palabra, es como ponerse en el lugar de quien escribe, acoplar los alientos y atisbar algo más físico y rítmico que la propia imagen, un lecho, un cuerpo, un latido humano que, entre otras cosas, nos ayuda a encontrar-nos y a conjurar la soledad.

Para finalizar, agradecer a Carolina Meloni que se atreviese a leer «Estío» por invitación de María Arobes, llenando la sala con su inconfundible energía y sonrisa -una sonrisa que hace que se le dediquen poemas-. Después de la presentación callejeamos por el barrio de la Magdalena hasta alcanzar la ribera del Ebro, donde danzamos alrededor de las hogueras en la noche de San Juan.

P.D: Hablando de comunidad, pero sobre todo de justicia, un poema que no pudo faltar fue «Fronteras», pues el 24 de junio se conmemoraba el vergonzante aniversario de la Masacre de Melilla. A continuación reproducimos las páginas del mismo.

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