Desnudarás tu canto, despojarás tu soledad de viejos atavíos. Volverás entonces a respirar el alma inquieta de las calles, su sorda incertidumbre, para buscar las flores más sencillas: las que brotan entre los adoquines y resisten al tiempo. Nadie las esperaba y ahora sus pétalos inundan los caminos: pequeños charcos de rocío sobre los que brilla la luna y holla un tumulto de pasos que no espera. Nunca las abandones. Porque descuidarlas es como olvidar las propias huellas, los propios laberintos y así perder el hilo que debe guiarnos desde el enigma hasta la boca del poema.

Mario Espinoza Pino

Deja un comentario

Tendencias