No hay ninguna mística
en la palabra poética
en todo caso existe un valle
que cruza la memoria
y se encuentra de nuevo con la piel
entre la ausencia y el anhelo
y tal vez resuena en los pulmones
escalando por la garganta, la boca,
los dedos y la sien
llevando un soplo turbio hacia la claridad del día
o al revés
tal vez sí existe una mística de la palabras
es el esfuerzo que ponemos en decir
lo que tiene que ser dicho –probablemente menos–
sin dramas ni aderezos
el germinar de la letra
que no es otra cosa que paciencia
medios, comida, tiempo, cama, techo, afecto
y la fatal creencia de que podremos contarlo.
Al final toda esa mala “mística”
se resume en un sólo movimiento:
unos ojos buscando la complicidad de otros
que nos devuelvan con la mirada
el mundo.
Mario Espinoza Pino
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