Un día
podríamos hacer como
si solo bastasen las palabras
como si su solo fulgor sirviese
para cambiar aquello que
nos niega o nos quiebra
la vida.
Y engañarnos.
Un día
tal vez –digo– podríamos
dejar de especular en el teatro
que somos y abrir ventanas en pasillos
que no han visto la luz en años
ni tan siquiera
un ápice.
Y desnudarnos.
Un día
quién sabe a estas alturas
podríamos acariciar el otro lado
de todo lo que decimos y anhelamos
el envés, su impuro latido
y aventurarnos hacia
qué isla.
Y descubrirnos.
Un día quizá
pero puede que no
y en ese temor residen
la locura y el sentido común
de todas las apuestas
que significan algo
en esta vida.
Mario Espinoza Pino
Deja una respuesta