Esta luz
que baña las calles
y cae sobre los seres que habitan la ciudad
esta luz que alumbra sus paseos furtivos
entre piedras, hojas y tierra mojada
luz que se precipita
sobre las camas revueltas,
que besa labios heridos por el frío
y descubre pasajes ocultos
allí donde todo parecía en calma:
la esquina de siempre, los gestos acostumbrados,
los rostros e incluso las palabras –pan, vientre, cuerpo, boca–
se sumergen en un delirio luminoso
¿Qué vocación secreta mora en esta luz,
loca luz, que desbarata los contornos del presente,
que de tanto brillar trasciende la memoria
y arde sobre la sien?
Ese resplandor susurra al oído
“ahora, siempre y nunca”
mientras empuja de mala gana al porvenir
dándonos de beber su contingencia
y su sed imprevisibles.
¿Cómo habitar ese fulgor
que abre el centro de las cosas
de lo más bajo a lo más alto
y nos ofrece su corazón perecedero?
No temas, dame la mano
y camina conmigo bajo esta luz
que abraza todo lo mudable
para que así podamos llegar, juntos,
hasta su límite.
Mario Espinoza Pino
* Foto: Pintura «Luz otoñal» de Bernabe Sedita.
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