A Orlando «caschi», a quien no pude conocer, pero cuya memoria estimo
oh no me desampares altivez
quien podría matarme sin
hacerme reír
Roque Dalton
Me capturaron en un monte
muy lejos del hogar
mientras huía con lo puesto
y algunas cosas más
el recuerdo de tu calor
y las sonrisas compartidas
acompañaron mi cautiverio
un ascua viva en pleno invierno
(Toda una hoguera cuando los carceleros no miraban)
Lo intentaron una y otra vez
pero no pudieron doblegarme
ni arrebatarme todo lo aprendido
durante los días de libertad:
la cautela de los animales salvajes
el encanto de las cosas simples
el don de la palabra –incluso en el silencio–
la mirada inquieta y cálida
esperé paciente mi momento
estudié los gestos de los guardias
amable, exploré sus debilidades y arrojé semillas sobre ellas
para que allí crecieran la discordia y mi esperanza
hasta que llegó el día señalado
los sorprendí dormidos, desarmé su estupor
y les robé las llaves
sigiloso, uno a uno atravesé los corredores
para liberar cada alma y cada cuerpo
y juntos nos entregamos a la huida
como perras y perros fugitivos
y hasta sentimos pena por nuestros vigilantes
pues no hay nada más triste que ser un carcelero
de la vida, del amor, del deseo (propio y ajeno)
y supimos que, a pesar de la violencia,
el encierro y la tortura
no nos habían vencido
porque la alegría estaba con nosotros
escondida en nuestros planes para acabar con el sistema.
Mario Espinoza Pino
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