Leopoldo y yo

A Rubén García López, que conoce esta y tantas otras historias.

Cien mil muertes
en una riada de palabras
una por cada verso
y por la sangre derramada
de tu lengua enmohecida
pero viva

que repta
en algún lugar espectral
al que no nos atrevemos a mirar
y sigilosa roza el cuerpo
en su parte más blanda
y más malditamente pura

claman por ti la herrumbre
de las jaulas
y las rejas de los patios de colegio
con los dientes partidos
del delirio
en una sonrisa de Cheshire

y no hay botella de ron
ni párpados ni ciervos
ni apenas pájaros
sobre el cofre del muerto
ni siquiera la nada
aparece con su manto sin gracia

y España te llora desde el odio
y el olvido
con su ternura estrangulada
de cilicios y estatuas sin rostro
legado imbécil de un pasado
babeante.

Tengo cuatro años
y te miro en la Plaza de Ventura Rodríguez
Ciempozuelos
tú me sonríes con caramelos en las manos
y no puedo adivinar, inocente de mí, que tu figura y tu risa
son un globo rojo y el séptimo círculo de los infiernos.

Mario Espinoza Pino

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