En memoria de mi Tía Esperanza.
Hay una luz remota, sin embargo,
y sé que no estoy solo
J. A. Valente
Resta saber
qué queda
cuando la esperanza ya ha partido.
En mi caso recuerdos juveniles
la luz adormecida de octubre
sobre las hojas de un camino
que se adentraba en el tibio mediodía
abrías la puerta
y yo llegaba, hambriento
con el ansia de quien tiene
toda la vida por delante
y allí estábamos los dos
un joven y Esperanza
apurando las horas
alrededor de la mesa camilla
me dejabas hablar y escuchabas
siempre atenta, como si ambos
fuésemos viejos amigos
de otra vida
entonces rompías a reír o respondías, animada
pasando por alto la arrogancia
de quien cree saberlo todo
y apenas ha plantado entero un pie en la tierra
tal vez porque creías en las palabras que escuchabas
o tal vez porque me amabas
y los años te habían dado paciencia para dejar al agua discurrir
por su cauce más propio y natural
Confiabas en mí
y yo nunca supe bien por qué
pero lo sentía cuando apretabas mis manos
con tus manos nudosas
en un silencio cómplice, tan tuyo y mío
que no hacía falta decir más
tan solo una sonrisa.
¿Pero qué puede quedar
ahora que has partido
Esperanza? ¿Tú que nada aguardabas
y, sin embargo, encendías siempre un fuego
en el invierno del mundo?
Ahora sé lo que resta
cuando se marcha la esperanza:
el hondo vacío de una palabra y escarcha en la garganta.
Mario Espinoza Pino
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