Pasear
por los confines del Tajo
allí donde su sed
se torna marina
demorarnos
bajo el sol de abril
como niños que descubren, a tientas
un paraíso perdido
y después buscar la sombra
raíz fresca y antigua
bajo los árboles, palmeras
cactus, flores, líquenes y ruinas
germina entonces
un rumor en los estanques
una melodía que sueña
a través de miles de frutos esparcidos
es el latido
de un corazón agreste
que nos envuelve con su abrazo
y el anhelante canto de las aves
por un momento el tiempo
detiene su fugacidad
y respiramos fuera de su dominio
como fieras amantes o dioses menores
que desnudan sus ojos
y el pulso de sus vidas
para encerrar entre sus labios
esta bocanada de eternidad.
Mario Espinoza Pino
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