A Manolo y compañía…

El último viernes de enero viajé a Mérida a presentar «Cautivos» (Lastura Ediciones, 2023) en el espacio social La Enredadera Extremeña. Antes de adentrarme en la velada poética, que fue muy especial, me gustaría hablar del viaje. Porque viajar a Mérida fue toda una experiencia -en buena medida gracias a mis anfitrionas y anfitriones-. De hecho, al final la presentación no sería lo más importante de la escapada a la milenaria Emérita Augusta, que transitó por derroteros que unieron lo poético con lo político, el presente con la voz de la memoria y la luz de la ciudad con la amistad.

He de decir que tenía mucha ganas de visitar Mérida, aunque se tratase de un desplazamiento exprés: iba a estar en la ciudad escasas 24 horas, así que solo me daría tiempo a comer, presentar la obra, descansar un poco y a lo sumo, muy a lo sumo, a dar un breve paseo. Sin embargo, el tiempo no discurre siempre de la misma manera. En ocasiones es voraz y engulle los minutos, privándonos de hacer casi cualquier cosa, salvo aquellas que tenemos programadas. Pero en otras ocasiones sucede algo extraño: es como si los instantes se ensanchasen, tuviesen un peso y una atmósfera diferentes, más ligeros y a un tiempo más profundos. Creo que asocio Mérida con una temporalidad así, menos fugaz y mucho más plena y real.

El viaje en tren de Madrid a Extremadura es impresionante. La belleza del paisaje hace que las cuatro horas y pico que dura la travesía pasen veloces. A lo largo del trayecto, y de tanto mirar por la ventana, casi hipnotizado, no pude sino recordar algunos versos de Pablo Guerrero, dedicados a Esparragosa de Lares: «Verde y gris los olivos, después la ermita/ y el castillo enclavado como barco en la sierra./¿Quién canta en mi recuerdo?/Niños trillando que arrugan/con su risa la claridad./Tiras de nubes y sudores de agosto fatigado». Esbocé algunas notas breves para ordenar la presentación y en algún momento cabeceé, pues los viernes no suelen ser los días más fáciles de la semana. Y cuando quise darme cuenta estaba allí, saliendo del tren.

Me recibió con un abrazo al salir del tren Manuel Cañada, amigo, admirado activista y filósofo de los verdad: de los que hacen de la vida y la justicia social su campo de batalla. De allí fuimos rápido al hotel, a escasos 5 minutos de la estación, para después comer en el restaurante del hospedaje. Entre vino y cervezas sin alcohol, hablamos un poco de la presentación y de la complicada coyuntura política que atravesamos. Manolo y yo éramos de la misma opinión: en la izquierda nos toca aprender de la experiencia de la última década, pensar en clave mucho más social que institucional y en la complejidad del presente. Pero, sobre todo, creíamos que la tarea de hoy era establecer puentes, construir comunidad entre quienes buscamos ir más allá de este capitalismo depredador, machista y racista que nos está tocando vivir. Abandonar el deseo de auto-singularizarse, el anhelo de sacar a relucir ese ego y espíritu sectario que tanto conocemos para tratar de remar en común.

Tras una necesaria siesta que supo a poco, volví a quedar con Manolo para caminar hacia el local de La Enredadera Extremeña, cerca de la hermosa plaza del Ayuntamiento de Mérida. El ambiente en la Enredadera era del todo acogedor, Carmen, Raúl, Damián, Eladio y otrxs compañerxs hicieron que la velada discurriese distendida y muy bien organizada. Lo cierto es que tenía muchas ganas de visitar la Enredadera, y ahora solo puedo recomendar a quienes paséis por Mérida que hagáis una parada allí. Encontraréis contracultura, política, poesía, exposiciones, charlas y un sinfín de actividades -todas interesantes-. Al llegar al local pude también conocer a Olga Ayuso, periodista del Canal Extremadura, que resultó ser aún más maravillosa en persona que por la radio –es una gran profesional-.

Sobre la presentación no me demoraré mucho, porque tenemos vídeo. Solo darle las gracias a Manolo Cañada por su introducción, sin duda expresada desde la amistad y el cariño -casi me deja sin palabras-. También dar las gracias al público, que no dejó de participar y en el que pudieron escucharse voces de diversas generaciones -algunas muy jóvenes, lo cual es una alegría-. Me sentí muy arropado. También me sentí acompañado por María Maquieira y por Helios F. Garcés: aunque no estuvieran allí, no dejaron de estar presentes.

Tras la presentación pude conocer a Guillermo y Rosalía, con quienes charlé animadamente para quedar después con ellos al día siguiente: decidí sumarme a una protesta contra la derogación de la Ley de Memoria Histórica que tendría lugar en la plaza del Ayuntamiento. Además, y con inigualable hospitalidad, Guillermo -politólogo e historiador- se ofreció a enseñarme la ciudad a la mañana del día siguiente -bien temprano-. Finalmente, Olga, Manolo, Álvaro y yo terminamos la noche de la presentación en El Pestorejo, un bar tradicional de Mérida, donde hablamos sobre lo humano y lo divino -más bien sobre machismo, racismo y las dificultades políticas del presente-.

Al día siguiente Guillermo me esperaba fuera del hotel a las nueve la mañana, dispuesto a enseñarme algunos de los lugares más emblemáticos de Mérida. Aunque descansé poco, mereció muchísimo la pena. Callejear por Mérida y descubrir algunos de sus tesoros fue muy especial, y más con un guía de lujo que podía explicar el trazado antiguo de la ciudad y reconstruir con palabras la grandiosidad de muchos de los monumentos -hoy en ruinas-. El acueducto de los milagros, el llamado «Arco de Trajano», las ruinas del Foro Provincial, el Tempo de Diana… nuestra travesía fue demorándose en milenios de historia. Hasta que llegamos a la plaza y nos unimos a la concentración contra la derogación de la Ley de Memoria Histórica, en la que Eladio Méndez leyó algunos poemas muy emotivos. Allí mostramos nuestro rechazo al silencio y al olvido.

Tras una visita final al Pestorejo con Manolo, Nela, Guillermo y Rosalía, regresé al hotel a por mis bártulos y después puse rumbo a la estación. El viaje fue breve, intenso y con la mejor compañía posible. Sólo apetecía quedarse. Durante el camino de regreso a Madrid, los cielos fueron apagándose poco a poco: destilaban colores rojizos y azules cada vez más oscuros, atravesados por nubes deshechas -ya cercando la noche-. Un último regalo para decir hasta pronto a Mérida.

P.D: Al lado del hotel -justo cuando debía recoger mis cosas- me encontré a Luis y Cheli, familiares que me llamaron a lo lejos. Como solo iba para menos de un día, no les dije nada de mi veloz estancia. No quería ponerles en un compromiso para tan poco tiempo. Pero para la próxima vez, que será pronto, allí nos vemos con sosiego.

Mario Espinoza Pino

Una respuesta a “«Cautivos» en Mérida, crónica de un viaje”

  1. […] allí Cautivos (2023) y en abril los Artículos periodísticos de Karl Marx (Alba Editorial, 2022). Fueron dos experiencias fantásticas por la compañía y el calor colectivo. He de agradecérselo y mucho a mi querido y admirado Manolo Cañada, del que tanto aprendo, así […]

    Me gusta

Replica a Postales desde fin de año: «Memento Vivi» – Reflexiones & Sediciones Cancelar la respuesta

Tendencias