Your river holds a feast of danger
My dying bride, Your river
El sueño se adentra en lo oscuro a borbotones.
El furor implacable de las aguas nos arrastra, empuja y revuelve, manoseándonos el cuerpo como si se tratase de un juguete o de un árbol arrancado por la corriente. Somos apenas briznas dentro del curso desbocado del río. El pulso crece y se desborda, sumerge todo lo visible -las orillas ya no se distinguen del ánimo turbio que violenta el fondo de las aguas-. La carne se agita entre espasmos, negándose al festín de los ahogados, tratando de salvarse. Las manos luchan por salir a flote, por agarrar la vida en las últimas fibras del sueño. Y aunque la luz amanece sobre la superficie del agua embravecida, el telón no acaba de caer. Los destellos del sol no son suficientes. ¿Pero qué es este río sin origen ni destino que todo lo devora? ¿Y cómo remontar su infatigable anhelo? ¿Cómo sobrevivir al caos que deja su delirio?
Entonces te busco y te llamo por tu nombre, horadando las paredes que contienen el sueño. Y me doy cuenta de que soy el vértice de ese río que no cesa, ese afán que rompe el círculo para terminar danzando como un arroyo alrededor de tus tobillos. Agua que cabe entre tus manos y sacia tu boca. ¿Pero cómo aplacar la sed que no puede aplacarse? Sed de memoria, justicia y futuro: deseo. Tal vez estoy equivocado y eres tú la tromba de agua que me ha traído hasta aquí, desarbolando viejas verdades para entregarme ahora su enigma infinito.
Hay que descifrar el sol en cada pétalo de sombra, incluso en el pálpito subterráneo que nos arrebata.
Mario Espinoza Pino
Reflexiones & Sediciones 
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